3 errores en cadena (2)

En el anterior post insistía en que una de las principales prioridades de cualquier organización es comprender su contexto, sus coordenadas y la cartografía sociocultural de su época. Decía que la habitual consideración de que la digitalización es una especie de prolongación de la revolución industrial, constituye  una señal de que no todos comprendemos bien dónde estamos ni  el momento absolutamente singular y excepcional  en el que vivimos. Como se sabe, configurar mal el GPS en el punto de partida es un primer error fatal a la hora de hacer una travesía.

Segundo error: Transformación Digital no es sinónimo de digitalización

A menudo hemos pensado  que los cambios incesantes de los últimos 40 años provocados  por las TIC e Internet, eran cambios incrementales fruto de la incesante innovación de un continuum industrial. Así, ciudadanos, empresas y organizaciones hemos ido  integrando progresivamente en nuestras vidas tecnologías, productos y servicios digitales, viviendo la experiencia del cambio como parte de una escalera de mejora contínua. Y hemos disculpado las molestias provocadas por su enloquecida carrera, como inherentes a la innovadora  época industrial (o postindustrial) en la que vivimos y cuyos códigos culturales dominamos.

Sin embargo los cambios no han hecho más que empezar, y nos encontramos ahora  ante  una apabullante y nueva ola de tecnologías digitales que ponen de manifiesto que no estamos (sólo) ante una migración tecnológica, ni el cambio al que asistimos es incremental. Estamos ante un fenómeno de naturaleza distinta a la industrial, profundamente transformadora, cuyo violento despliegue amenaza con fosilizarnos en vida si no reaccionamos con una respuesta de transformación proporcional al reto. La Transformación digital es esa respuesta ineludible  a la Revolución digital.

Pero Transformación Digital es un binomio en el que el adjetivo digital califica y matiza al sustantivo Transformación. Lo digital es condición “sine qua non”, pero insuficiente. Lo realmente sustantivo, lo estratégico es la Transformación.

Abordar la Transformación Digital como si fuese sinónimo de digitalizar nuestros procesos y actividades es un error que cometen muchas empresas y organizaciones. No estoy quitándole importancia a los planes de digitalización, que considero imprescindibles . Las empresas han invertido e invierten muchos esfuerzos y recursos en sustituir paulatinamente  procesos analógicos por digitales, desde las iniciales TIC hasta las actuales KET habilitadoras, desde la administración a la planta de producción o la atención al cliente, hasta digitalizar toda la cadena de valor.

Pero no nos engañemos, en el escenario que se está configurando ser digital es una condición que se te supone. Todos van a ser digitales, también nuestra competencia. Digitalizarlo todo para hacer lo mismo que  antes nos proporcionará, quizás,  algunas ventajas temporales. Posiblemente ganemos en eficiencia comparativa respecto a quien no lo haya hecho…todavía. Pero en un mundo en el que todos van a ser digitales, ¿cómo nos distinguimos? ¿Qué ofrecemos diferente? ¿Por qué nos van a preferir? ¿Qué nos singulariza?

La búsqueda de esa nueva  identidad como empresa pasa por desengancharse de la mentalidad industrial, comprender el nuevo entorno y cómo va a impactar en nuestro sector, en qué se va a traducir, identificar y entender las tendencias no como moda sino como rumbos irreversibles. Anticiparse e imaginar cómo serán los negocios en ese nuevo mundo para reinventar y reconceptualizar el nuestro. Identificar posibles nuevos nichos de creación de valor, nuevos métodos, técnicas, actividades, productos y servicios. Visualizar los cambios organizativos que eso comportaría, incluido posiblemente nuestro propio concepto de empresa, reinventando el negocio y la organización.  Esto es, desarrollar una visión única de oportunidades de negocio que sólo existen en esa visión, que hoy quizás no tienen mercado o es muy pequeño pero para el que vamos a poner los medios necesarios para convertirla en nuestra oportunidad. Sin seguridad más allá de la confianza en nuestra propia visión y en la capacidad de nuestra gente.  Esto es, una auténtica reflexión estratégica que calcule cómo prosperar en el nuevo entorno, y qué  transformación necesitamos para ello. Insisto, no para subsistir o flotar, sino para prosperar. No para desear ser sino para conseguirlo. ¿Es arriesgado? Sin duda, pero mucho menos que no hacerlo.

Evidentemente, la construcción de esta visión no puede ser fruto de una noche de insomnio. Es una tarea compleja y sobretodo colectiva y compartida. Pero convertir esa visión en el punto de fuga de nuestra estrategia es lo que nos va a proporcionar criterio sólido para abordar una hoja de ruta clara de transformación inteligente, con un propósito de negocio claro y viable en el nuevo entorno, y un plan de digitalización que lo facilite. En corto,  la digitalización al servicio de la transformación. La transformación, inspirada por la visión de futuro de nuestra empresa.

En la práctica, el propio proceso de digitalización puede descubrirnos  posibilidades (habitualmente de  servitización) no previstas, y que implican cambios organizativos serios o estructurales . El liderazgo de esta transformación debe ser lo suficientemente flexible como para digerir y retroalimentar la estrategia. Es como combinar las luces largas (visión estratégica) y cortas (eficiencia operativa) en la carretera, que nos permiten corregir el rumbo en un momento dado.

Las empresas grandes y algunas medianas tienen capacidad y recursos para abordar la Transformación Digital con criterio y muchas ya lo están haciendo correctamente. Pero para una pyme es realmente complicado abordar la Transformación digital, y sin embargo el grueso de nuestro tejido económico son Pymes. La intensa lluvia de inputs “4.0” que les está llegando suele traducirse en significados de “hay que digitalizarse”. Tienen bastantes dificultades primero para abordar, en muchos casos incluso comprender, los riesgos y amenazas, así como las oportunidades que les rodean. Las pymes y las micropymes, para empezar, concentran el rol del CEO, del CIO, del CTO, del CMO y todo el glosario tecnojerárquico-organizativo digital en una o 2 personas todoterreno que apenas pueden levantar las cejas de las tareas y rutinas que les desbordan. Esto les hace presa fácil de vendedores de cacharrería tecnológica, de transformadores express, y de tecnologías “imprescindibles”. Pero eclipsa su comprensión de necesidad de transformación digital  real y los empuja por la pendiente de confundir transformación y digitalización. ¿Quién les entrena o acompaña para desarrollar visión? ¿Quién acelera la comprensión del nuevo mundo y sus oportunidades? ¿Cómo se enfrentan a su propia transformación?

Las Pymes necesitan ayuda para construir visión propia, comprender sus riesgos y oportunidades. Son el magro de nuestro tejido económico y tienen una oportunidad real y extraordinaria en la colaboración. La colaboración estratégica con otras Pymes que no sólo les ayuden a tener escala, sino a combinar sus fortalezas y potencialidades. Para la mayoría de las Pymes transformación digital y colaboración estratégica van a ser casi sinónimos, y en cualquier caso tareas prioritarias.

La próxima semana publicaré la última entrega de esta serie, abordando el tercer y más importante de los errores.

 

 

3 errores en cadena (1)

En los últimos meses se ha disparado el número de actos y eventos que tratan de sensibilizar y encauzar la inquietud creciente sobre Industria 4.0.  Cursos, talleres, programas y también líneas de financiación específicas que indican que, aún con retraso, esto se pone en marcha.

Por eso me gustaría llamar la atención sobre lo que considero 3 errores serios en los planteamientos que se observan  a menudo. Son 3 errores concatenados, que llevan el uno al otro y que pueden frustrar los esfuerzos de empresas, instituciones y ciudadanos.

Primer error: Confundir Industria 4.0  y Revolución Digital

No es una cuestión nominal, ni un problema menor. Es una confusión muy extendida y un problema conceptual relevante  que provoca una cascada de errores en cadena . Indica una  comprensión confusa o limitada del contexto de cambio, y de las nuevas coordenadas para la actividad económica.  No, no son lo mismo, ni tampoco la Revolución Digital es una parte de la Industria 4.0. Por el contrario, es ésta  última la que constituye una pasarela hacia  la primera. Me explico:

En los últimos 300 años, el despliegue de la Revolución Industrial  ha protagonizado el periodo de mayor transformación social y económica de la historia humana. La Era Industrial no sólo inauguró un nuevo sector de actividad económica con productos y servicios hasta entonces inimaginables,  y se constituyó como motor principal de la economía, sino que además, y sobretodo, forjó toda una civilización, una cultura, un marco mental, unas reglas de juego y una cosmovisión. La Era Industrial supuso  un Salto Civilizatorio con  un único precedente comparable: la Revolución Agrícola, que desde el neolítico se extendía a lo largo de 10.000 años y que, a su vez, puso fin a la larga noche de más de 30.000 años de los primeros Homo Sapiens.

Por eso, con la palabra «industrial» nos referimos habitualmente a 2 conceptos muy distintos:  Industrial en tanto que sector de la economía (sector secundario), pero también Industrial en tanto que época,vector y patrón civilizatorio bajo cuyo paraguas se ordenan, moldean y configuran  todas los sectores económicos y actividades sociales (de ahí  industria agrícola, industria extractiva, industria cultural, servicios industriales,…). En general podemos decir que, aunque no todos trabajamos en el Sector Industrial,  todos somos hijos y representantes de una cultura, mentalidad y civilización industrial. Esta diferenciación de lo industrial, entre Sector de la economía y Civilización, es crítica para ajustar nuestro GPS y orientar nuestro futuro en la dirección correcta.

Porque ahora, por primera vez en 300 años, la locomotora de la Transformación no es la Revolución Industrial. La Industria ya no es el sujeto del cambio, sino objeto del mismo. La locomotora disruptiva que vuelve a alterar todas las actividades humanas, incluidas ahora las industriales, es la Revolución Digital. Su envergadura y magnitud conforman otro Salto Civilizatorio de mayor escala transformadora aún que sus precedentes agrícola e industrial. Y su velocidad de despliegue amenaza con dejar un reguero de obsolescencia (en absoluto programada)… y de sufrimiento.

La industria, en tanto que sector clave de la economía continuará jugando un rol importante (aunque nuevo) y seguirá ejerciendo una enorme influencia en el resto de sectores,  pero su hegemonía como levadura y textura integradora del mundo ha terminado. La Era Industrial declina ante la emergencia de una nueva Civilización, la digital, que lleva ya 40 años cambiando la realidad,  tejiendo un nuevo sistema nervioso global y ubicuo que lo conecta todo y a todos, modificando los contextos y haciéndolos inteligentes, generando nuevos comportamientos de mercado y culturales, definiendo nuevos productos, servicios y modelos de negocio,  alterando la lógica y las reglas de juego de todos los sectores.

Saltos Civilizatorios
Saltos Civilizatorios

Este tsunami tecnológico ,  sociocultural y económico, en su acelerado avance  actúa como una auténtica «Stargate», como una violenta Puerta del Tiempo, que transforma, filtra, y volatiliza a sectores enteros. A su paso delimita claramente 2 épocas históricas, 2 Eras, 2 mentalidades: Predigital y Digital. No importa si eres del sector primario, del secundario, o de servicios. No importa si estabas en un estadio preindustrial, industrial  o postindustrial. Lo determinante es saber si tu organización se queda en la Era predigital o se pasa a la Era digital. A un lado o al otro de esta frontera del tiempo. Porque no hay alternativa, ni plazo.

En ese sentido, Industria 4.0 es simultáneamente  la fase terminal en tanto que civilización industrial , y también  la etapa_pasarela y estrategia de adaptación del sector secundario al nuevo escenario y  reglas de juego de la Era Digital .

Las empresas netamente industriales,  tienen en la Industria 4.0 un camino y paradigma nuevo y fascinante con el que inspirar y orientar su transformación y adaptación al nuevo mundo. Si se me permite el juego de palabras es el cambio de agujas hacia una industria «no industrial».

Pero no sólo es el sector industrial quien debe desprogramarse, desaprender  y desengancharse de la vieja cultura industrial. Todos los sectores se enfrentan  al mismo dilema predigital-digital. Aunque no todos están en el mismo momento de alcance de la ola , ni todos están en el mismo estadio de adaptación, ni de preparación. Algunos ya han sufrido sus zarpazos y están pasando por una transformación parcial o total (música, fotografía, mass media, comercio, …) o bien están en pleno ojo del huracán (banca, seguros, turismo, transporte, industria,…), o lo van a sentir muy pronto (educación, construcción, política,…) . Pero todos, personas y organizaciones, nos enfrentamos a una tarea dura y pesada pero ineludible y urgente: La  Transformación Digital .

En una próxima entrada abordaré el segundo error, que está asociado  a ella.

 

Si no es social no es inteligente. Si no es inteligente no es social

Cada día que pasa la ola de digitalización transforma el mundo más rápida y profundamente. Nada en el paisaje de las actividades humanas va a ser como lo hemos conocido cuando nacimos. Las generaciones actualmente vivas somos simultáneamente fósiles vivientes y bisagras de un escenario inédito en la historia. Somos protagonistas, víctimas y beneficiarias del cambio más disruptivo y a la vez más fascinante de la humanidad.

Específicamente las actividades económicas productivas, las que generan la base de riqueza y  prosperidad están mutando todas  ellas de forma espectacular. El cambio tecnológico es un vector de automatización, conectividad e inteligencia que impregna y transforma la cadena de valor de todos los verticales (no sólo la industria) a una velocidad brutalmente creciente. Esta aceleración compromete  la obsolescencia o la renovación y adaptación  del conjunto del tejido económico hacia un modelo económico infinitamente más productivo y eficiente.

Pero  el impacto que tiene el cambio tecnológico sobre las empresas automáticamente se traduce en un impacto social de una envergadura colosal sobre el empleo, los ingresos, el bienestar y protección social. En esta ocasión las victimas no son solo las personas con menor cualificación profesional, sino que va a afectar a capas profesionales cualificadas, personas con altas responsabilidades  e implicadas en tomas de decisión en diferentes procesos. Clases trabajadoras y clases medias, e incluso medias-altas. Y no se trata sólo de pérdida de capacidad adquisitiva, desacoplamiento entre productividad y empleo, precariedad laboral, o desigualdad social creciente. Los empleos en virtud de los cuales ocupan su posición social van a desaparecer para siempre. A la espera de generar nueva actividad económica, el actual sistema productivo en su conjunto  está mutando y lo previsible es que mute también su estratificación social.

El impacto social que va a tener este periodo transitorio, desde una sociedad industrial a una sociedad digital, va a ser muy superior al que tuvo la emergencia de aquella. Es comprensible por tanto que el vértigo se apodere de mucha gente. Y esto explica también los inquietantes fenómenos sociológicos y políticos que se extienden a nivel internacional.

Esta es la paradoja a la que nos enfrentamos: Si no reinventamos y digitalizamos nuestro tejido económico,  nuestra fuente de generación de riqueza se secará rápidamente. Y si lo hacemos nos arriesgamos a expulsar del mercado laboral actual a millones de personas.

Abordar esa paradoja, ese dilema, sólo puede hacerse desde la consciencia y la responsabilidad de estar ante un reto de dimensiones históricas: Gestionar el fin de un sistema (el industrial) y la emergencia hegemónica de otro (el digital) requiere de la consciencia de que ni el futuro está definido a priori, ni la tecnología es el problema.

Más allá de lecturas tecnoutópicas o de distopías sociales , el futuro y el modelo de sociedad digital al que nos dirigimos no depende de la tecnología, sino de nosotros mismos. De lo que hagamos y de lo que no hagamos, todos y ahora. Recordemos que el ludismo y el neoludismo no fueron realmente posiciones antitecnológicas sino, en el fondo, expresiones de un enfrentamiento de clases sociales luchando por sus intereses.

Los beneficios, indudables, de la Sociedad inteligente y conectada, no pueden ser sólo para unos pocos afortunados.  Sería muy poco inteligente remendar una y otra vez las costuras de un sistema político y de organización social paralítico y anclado en el pasado, obsoleto y perplejo ante el nacimiento de la nueva civilización. Pero es precisamente esa lentitud y falta de reacción política la que está profundizando el sentimiento de abandono  de mucha gente. Y la que abona la búsqueda de soluciones y esperanzas en las banderas más peligrosas e irresponsables, que sólo llevan al desastre.

El estado del bienestar supuso una conquista y un pacto social que (tras una montaña de sufrimiento) amparó un reparto más justo de la riqueza definió reglas de juego y garantizó derechos sociales mínimos en la Era industrial. A pesar de sus limitaciones, representó la organización politico-social y económica más avanzada y envidiada de la historia. De la misma manera, ahora, en plena irrupción de la Era digital, necesitamos construir con urgencia una nueva arquitectura politico-social, contemporánea y equivalente a aquella,  que embride y proporcione complicidad social a la nueva economía digital. Sería un error trágico no aprender de la historia que la Era digital  no será inteligente si no es social.

Y eso sólo podrá venir de la innovación política. Una innovación que hoy brilla por su ausencia, desgraciadamente. En un escenario de cambio global disruptivo, en el que la innovación permanente es el paradigma que transforma todos los sectores económicos, profesionales y educativos,  de los medios, la banca, la educación, la industria, la agricultura, el entretenimiento, la cultura,…la política, con muy pocas excepciones, no parece tener la tensión necesaria para cambiarse a sí misma. Ni la actitud  para acompasar esta transición que gestione el fin de un sistema (sociedad industrial) y regular la emergencia y hegemonía del nuevo (sociedad digital).

Pero ¡ojo!, la política no es sinónimo de políticos en activo, ni de partidos políticos (aunque también evidentemente). No tiremos balones fuera. La política, no lo olvidemos,  somos todos: Ciudadanos, instituciones, partidos, organizaciones sindicales y empresariales, sociedad civil organizada,…¿Qué hacemos inyectando sentido de urgencia a los empresarios para abordar la transición digital y la industria 4.0, si no hacemos lo propio con nuestros partidos y sindicatos, con nuestros colegios profesionales, con nuestras instituciones educativas, con…nosotros mismos en tanto que ciudadanos? La industria 4.0 necesita una sociedad 4.0. Porque no es la tecnología quien debe ser social e inteligente sino nosotros.

En términos generales permanecemos sin cambios en ese enquistamiento del pensamiento, con lógicas, ideologías, propuestas y perspectivas obsoletas y oxidadas del pasado industrial. Dilatar lo moribundo y retrasar lo emergente no es muy inteligente y a la postre será muy poco social. Es urgente abandonar planteamientos, y tics culturales e ideológicos propios de una Era industrial que no va a volver. Necesitamos orientarnos a construir futuro y resetear nuestros corpus político-ideológicos. No para negar ni rehuir los problemas o los conflictos de intereses, sino para repensarlos y abordarlos desde la contemporaneidad, desde la imaginación y la audacia, con inteligencia social e innovación política.

«La Era está pariendo un corazón, no puede más, se muere de dolor,…» nos cantaba allá por 1978 Silvio Rodriguez,  haciéndonos vibrar y llorar de emoción con una letra que es más actual que nunca.
Mantener y priorizar la empatía,  la solidaridad y el compromiso con los que salen expulsados del sistema sigue siendo absolutamente necesario… pero insuficiente. La Era digital, no será social si no es inteligente.

Granjas de impresoras 3D.

Las novedades en el mundo de la Fabricación Aditiva o 3D printing llevan un ritmo difícil de seguir. En los últimos años y en la medida que los períodos de protección de patentes han ido finiquitando, han aparecido decenas y decenas de nuevas marcas que presentan sus propuestas y variantes de las tecnologías aditivas consagradas en los últimos 25 años. Son cientos de nuevas propuestas que aparecen diariamente, con mejoras e innovaciones incrementales en calidades, materiales, precios, velocidades…

En los últimos meses asistimos también a la aparición de una segunda generación de nuevas tecnologías aditivas que presentan cambios cualitativos y dan pasos de gigante como alternativa de tecnologías de producción final (HP, XJet, Mark Forged, …). Tanto en el mundo del metal como en el de polímeros, estas novedades tecnológicas han disparado la creciente y decidida apuesta de empresas tractoras del mundo aeronáutico, automoción y salud principalmente, por la adopción de fabricación aditiva como tecnología de producción.

En esta transición acelerada  el 3D printing ya no es sólo la mejor alternativa para el prototipado y el principal aliado de la fase de diseño de producto, sino que conquista todos los días nuevos nichos y oportunidades en la fabricación de utillajes y en la producción de pieza final, revelando su determinación de estar en el centro de la Industria 4.0 y de la producción masiva personalizada.

Buena parte de esta aceleración observada no se debe a la tecnología en sí misma, sino al circulo virtuoso que se ha generado en el que los usuarios industriales descubren en las impresoras 3D usos críticos no previstos inicialmente, convirtiéndolos en auténticas ventajas competitivas. Estas ventajas a su vez se convierten en una poderosa motivación para terceros que se deciden a incorporar soluciones aditivas a sus procesos y que vuelven a descubrir desde su experiencia nuevos usos. Y así, de forma iterativa, va creciendo una espiral de nuevos nichos de interés y nuevas ventajas competitivas que van ensanchando el campo de aplicación de las impresoras 3D.

Uno de los usos que en los últimos meses está generando más expectación e interés, y que ofrece un enorme potencial a corto plazo es la implementación de granjas de impresoras 3D (3D print factories, 3D print farms). No es tanto una novedad tecnológica como una configuración modular a partir de la agrupación de varias impresoras 3D que proporciona una sorprendente solución de productividad y flexibilidad muy accesible.

Ultimaker farm

Por ejemplo, en el mundo de la inyección de plástico, los fabricantes se enfrentan a una demanda creciente de lotes cada vez más pequeños y/o personalizados. En estos casos la amortización de sus inyectoras y el coste de cada molde hace inviable ofrecer soluciones competitivas ni en precio ni en tiempos de respuesta. Una impresora 3D (impresoras profesionales a partir de los 2.000 – 6.000 €) puede fabricar piezas a un coste mucho menor porque su amortización es muy inferior al de una inyectora y porque no necesita moldes para hacer las piezas, con lo que ahorra mucho dinero y tiempo.

Pero su punto débil es la velocidad de producción: Si tenemos que hacer una sóla pieza o unas pocas, la solución puede ser competitiva y viable. Pero si el pedido es de unas docenas o unos cientos, o si tenemos varios clientes simultáneamente que aumentan nuestra cola de pedidos, una sola impresora 3D se convierte en un cuello de botella. Y aquí es donde  las granjas (conjuntos de varias impresoras en red) ofrecen una solución muy económica, enormemente productiva, flexible y versátil. En este caso lo cuantitativo proporciona un importante salto cualitativo.

Por una pequeña fracción de lo que cuesta una inyectora, podemos configurar una granja de 6, 10, 20, 40… impresoras que no sólo van a multiplicar nuestra productividad por 6,10,20,40…, sino que, sobretodo,  nos permiten ganar clientes y nos posicionan en el mercado creciente de la producción personalizada. Ganamos clientes y  ganamos mercados.

Una granja de impresoras 3D nos pone mental y empresarialmente en «modo producción», donde sus ventajas operativas son evidentes: Podemos dedicar todas las unidades a un único pedido o atender varios simultáneamente y hacerlo en uno o varios materiales diferentes. Podemos abordar lotes unitarios o de varios cientos porque pueden trabajar 24/7/365 y ser gestionadas por una sola persona. Si una unidad tiene una incidencia no se detiene toda la producción, sino una fracción pequeña de ella, que podremos compensar inmediatamente, sin comprometer el conjunto.

Además las granjas de impresoras son escalables (y desescalables). Podemos aumentar su número al ritmo que vayamos ganando pedidos, o disminuir las unidades cuando decidamos apostar por otra solución.

El concepto de granja de impresoras 3D (3D print factories) supone también un reto para los proveedores de soluciones aditivas: Pasar de atender una impresora a gestionar varias simultáneamente, es un cambio de escala que multiplica el número de microtareas previas, durante y postimpresión.

Gestionar el cambio de materiales, monitorizar y avisar del estado de la impresión, avisar de posibles incidencias, identificar  y extraer cada pieza  de forma controlada,  reiniciar el siguiente pedido, retirar soportes, pulir y postprocesar las piezas, …de varias impresoras a la vez, es el siguiente y obligado escalón donde se la va a jugar de verdad este tipo de soluciones. Esto previsiblemente va a significar que vamos a asistir a la aparición y oferta de soluciones e innovaciones de automatización impensables hasta ahora.

3ders. Tendai raises 2m for robot operated 3d printing farm concept

Para ello la fabricación aditiva, y más específicamente las granjas de impresoras 3D deben mirar a la combinación con la robótica colaborativa, IoT, machine learning y otras tecnologías como aliadas en el camino hacia la Producción Masiva Personalizada.

 

 

 

Industria 4.0 y Economía conectada

Arranco este blog de una manera poco convencional. Con una especie de prólogo que en realidad es un post que escribí hace ya un año con Maria Beunza, y que se publicó en Happeninn en enero 2016. No lo he cambiado porque en lo fundamental me sigue pareciendo válido, y describe el territorio sobre el que iré publicando ideas y reflexiones.

Primera parte: Tecnología y competitividad

La mayoría de empresas han estado (siguen estando) tan centradas en sortear la crisis económico-financiera que no han visto venir, o no han prestado suficiente atención a una amenaza aún mayor que avanza a una velocidad que deja poco margen de reacción.

La revolución tecnológica de última generación, la hiper conectividad y la globalización son los 3 motores que, retroalimentados entre sí, impulsan un cambio absolutamente disruptivo. Su potencial transformador, del conjunto de la economía y de la sociedad, nos pone a las puertas de una nueva civilización. El salto civilizatorio es de una magnitud superior incluso al que supuso la revolución industrial respecto a la sociedad agraria tradicional.

En este sentido, recordemos que el impacto de la revolución industrial produjo un cambio de modelo y paradigma económico y social; cambios demográficos, en el transporte, en el sistema educativo, aparición de nuevas clases sociales, desaparición de oficios y emergencia de nuevos, la producción en cadena y la especialización, el éxodo rural, la revolución agrícola (industrialización de la misma), sociedad de consumo, conflictos sociales, mucho sufrimiento y…un progreso gigantesco.

En esta ocasión, el alcance transformador y sus consecuencias son aún mayores y cuentan con un problema añadido: Su velocidad de avance es exponencial, sin precedentes en la historia de la humanidad. Velocidad exponencial no es lo mismo que velocidad rápida. Insistimos, es exponencial y absolutamente contra intuitiva. Las evidencias de los últimos 10 años en los que sectores enteros han sufrido un zarpazo por no ser capaces de reaccionar y adaptarse a tiempo, nos enseñan que estamos justo en el codo del palo de golf de un fenómeno que se dispara.

Estamos ante la emergencia de un cambio ineludible e irreversible, que no nos deja opción: adaptarse rápidamente o quedar obsoleto. Así de crudo. Y esto nos va a afectar (ya está afectando) a todos: Empresas (no sólo industriales), instituciones, organizaciones y ciudadanos.

Más concretamente, en lo que afecta a la viabilidad de nuestra economía productiva, va a depender de la prioridad que demos a afrontar esta amenaza. Sin esa prioridad, no podremos convertirla en reto y oportunidad. Recordemos que estamos en un momento en el que el pez rápido se come al lento. Así lo han entendido desde el Ministerio de Industria en Industria conectada 4.0 , 0 la  Red de innovación industrial en USA, al llamado Renacimiento industrial en la Comisión Europea, o la descripción de la Industria 4.0 para el Parlamento Europeo y el Banco Mundial en su cumbre más reciente.

La industria 4.0 es un concepto que tiene muchos nombres: Cuarta revolución industrial, industria conectada, industria inteligente, etc. Particularmente creemos que sería más apropiado y descriptivo llamarla Economía conectada o, aún mejor, Sociedad conectada, pero aceptemos por ahora este nombre para entendernos.

El corazón de hierro y bytes de la Industria 4,0 es un motor compuesto por un conjunto de tecnologías digitales. Estamos hablando de tecnologías como el Internet de las Cosas, el Big Data, la Realidad aumentada y la virtual, el 3Dprinting, la Simulación, el Cloud Computing, la Robótica avanzada y colaborativa, sistemas de integración vertical y horizontal…

Tecnologías que son causa y efecto de la aparición y aceleración del hibridaje mundo físico-mundo virtual. Un mundo híbrido que configura una nueva realidad hiperconectada que está transformando el modelo productivo y toda su cadena de valor pero también y de forma simultánea, transforma (y recrea) los mercados y los comportamientos de consumo.

Segunda parte: Personas, comportamientos y empleabilidad

Cabe significar que en esta transformación de la oferta y la demanda, la ecuación resultante empodera enormemente al cliente que permanece conectado 24 h/día a herramientas que le permiten tomar el mando de sus necesidades informativas, sociales, lúdicas, formativas, laborales, o de consumo, todo ello en tiempo real. Tenemos ahora el mando para modelar y condicionar la oferta. Y lo hacemos desde nuestra condición de consumidores-productores de valor y desde una nueva mentalidad y cultura social, que está alterando la valoración de la dicotomía uso-propiedad, así como sobre identidad, pertenencia o participación.

Una Sociedad hiperconectada e hiper empoderada, conocedora de las posibilidades potenciales que definen una nueva generación inimaginable hasta ahora de productos y servicios conectados, inteligentes y personalizados, va a demandar nuevos modelos de negocio y nuevos producto-servicios centrados en la satisfacción de la experiencia de usuario.

El cambio es de tal magnitud en el empoderamiento creciente del mercado, que éste va por delante de la oferta que hace todavía la mayoría de la economía productiva.

Ese reajuste de nueva oferta para la nueva demanda, tanto para B2B como B2C, exige nuevos productos-servicios y nuevos modelos de negocio. Pero éstos a su vez exigen nuevos procesos en la organización de la producción, en la llamada business intelligence y en las políticas de seguridad, que sólo posibilitan las tecnologías mencionadas.

Por eso la Industria 4.0 es algo más que un conjunto de nuevas tecnologías que mejoran nuestra productividad. Desconocerlas puede ser un error fatal, pero incorporarlas sin entender el nuevo ecosistema, pretender usarlas con las pautas culturales viejas, puede servir para diseñar un nuevo episodio de los Picapiedra, pero no para dotar de competitividad a nuestras empresas.

Industria 4.0 es, sobre todo, una estrategia de cambio y adaptación. Un proceso que exige una transformación digital integral de las organizaciones como requisito para participar en la economía conectada y, eventualmente, poder prosperar en ella.

Pero tanto la implantación y manejo de estas nuevas tecnologías como la nueva mentalidad que se exige a la dirección e inteligencia del negocio es intensiva en conocimientos y competencias nuevas. Tenemos ingenieros, trabajadores y directivos expertos en lo que era importante ayer, pero no en lo que es importante para los nuevos retos. Las empresas van a necesitar perfiles y competencias nuevas que es difícil encontrar. Y eso va a requerir de iniciativas formativas de las propias empresas, del sistema educativo y también de los poderes públicos. Algunos pioneros, ya lo están abordando en las escuelas.

No podemos ignorar el Impacto en el empleo, en las condiciones laborales, en la empleabilidad y en los salarios. La transformación digital y la Economía conectada tienen el potencial de destruir empleos y de crearlos. El problema es a qué velocidad se destruye, y a qué velocidad se crean. Qué posibilidades de reciclaje laboral tienen las personas que van a salir expulsadas de la actual economía. Y cómo corregimos el desajuste entre las competencias y habilidades que tanto empresas como ciudadanos necesitamos y la realidad actual. El desafío del futuro del trabajo es posiblemente uno de los mayores retos que tenemos como sociedad. Y necesitamos abordarlo, con urgencia, entre todos. Empresas, Administraciones públicas, Sistema educativo, organizaciones políticas, sindicales y ciudadanos.

La cumbre de Davos se ha centrado en ello en su informe The Future of jobs que acaba de publicar. Ha causado un gran revuelo la constatación de que los robots harán desaparecer y transformarán infinidad de empleos, como bien describe Enrique Dans. Lo cierto es que los robots son sólo una parte de esta evolución sin posible marcha atrás.

Quizás las tareas más urgentes en este sentido sean:

Detección temprana de trabajos y perfiles con riesgo de desaparecer en el futuro inmediato, y diseño y oferta de posibilidades de reciclaje y reconducción de la vida laboral. Hay pistas interesantes en los informes Man and Machine in Industry 4.0 de BCG y en los avances de la Gran coalición para el empleo digital de la UE.

● Identificación de los sectores con más potencial. Roles y competencias para los que ya se detectan demandas, pero escasea la oferta de recorrido formativo. Está en ello el CEDEFOP con el Skillspanorama.

● Promoción de nuevos valores sociales y habilidades digitales que empoderen a los ciudadanos para diseñar su propio recorrido formativo y laboral.

Pero sobre todo, necesitamos invertir la falta de correspondencia entre el alcance y velocidad del cambio tecnológico y la lentitud de los cambios sociopolíticos e institucionales que posibiliten tomar iniciativas ágiles. Iniciativas urgentes a corto por supuesto, pero también iniciativas más estratégicas.

Necesitamos más agilidad para afrontar los cambios, no solo en la llamada Industria 4.0. Podemos verlos como amenaza, o podemos convertirlos en oportunidades. ¿Empezamos?