Arranco este blog de una manera poco convencional. Con una especie de prólogo que en realidad es un post que escribí hace ya un año con Maria Beunza, y que se publicó en Happeninn en enero 2016. No lo he cambiado porque en lo fundamental me sigue pareciendo válido, y describe el territorio sobre el que iré publicando ideas y reflexiones.
Primera parte: Tecnología y competitividad
La mayoría de empresas han estado (siguen estando) tan centradas en sortear la crisis económico-financiera que no han visto venir, o no han prestado suficiente atención a una amenaza aún mayor que avanza a una velocidad que deja poco margen de reacción.
La revolución tecnológica de última generación, la hiper conectividad y la globalización son los 3 motores que, retroalimentados entre sí, impulsan un cambio absolutamente disruptivo. Su potencial transformador, del conjunto de la economía y de la sociedad, nos pone a las puertas de una nueva civilización. El salto civilizatorio es de una magnitud superior incluso al que supuso la revolución industrial respecto a la sociedad agraria tradicional.
En este sentido, recordemos que el impacto de la revolución industrial produjo un cambio de modelo y paradigma económico y social; cambios demográficos, en el transporte, en el sistema educativo, aparición de nuevas clases sociales, desaparición de oficios y emergencia de nuevos, la producción en cadena y la especialización, el éxodo rural, la revolución agrícola (industrialización de la misma), sociedad de consumo, conflictos sociales, mucho sufrimiento y…un progreso gigantesco.
En esta ocasión, el alcance transformador y sus consecuencias son aún mayores y cuentan con un problema añadido: Su velocidad de avance es exponencial, sin precedentes en la historia de la humanidad. Velocidad exponencial no es lo mismo que velocidad rápida. Insistimos, es exponencial y absolutamente contra intuitiva. Las evidencias de los últimos 10 años en los que sectores enteros han sufrido un zarpazo por no ser capaces de reaccionar y adaptarse a tiempo, nos enseñan que estamos justo en el codo del palo de golf de un fenómeno que se dispara.
Estamos ante la emergencia de un cambio ineludible e irreversible, que no nos deja opción: adaptarse rápidamente o quedar obsoleto. Así de crudo. Y esto nos va a afectar (ya está afectando) a todos: Empresas (no sólo industriales), instituciones, organizaciones y ciudadanos.
Más concretamente, en lo que afecta a la viabilidad de nuestra economía productiva, va a depender de la prioridad que demos a afrontar esta amenaza. Sin esa prioridad, no podremos convertirla en reto y oportunidad. Recordemos que estamos en un momento en el que el pez rápido se come al lento. Así lo han entendido desde el Ministerio de Industria en Industria conectada 4.0 , 0 la Red de innovación industrial en USA, al llamado Renacimiento industrial en la Comisión Europea, o la descripción de la Industria 4.0 para el Parlamento Europeo y el Banco Mundial en su cumbre más reciente.
La industria 4.0 es un concepto que tiene muchos nombres: Cuarta revolución industrial, industria conectada, industria inteligente, etc. Particularmente creemos que sería más apropiado y descriptivo llamarla Economía conectada o, aún mejor, Sociedad conectada, pero aceptemos por ahora este nombre para entendernos.
El corazón de hierro y bytes de la Industria 4,0 es un motor compuesto por un conjunto de tecnologías digitales. Estamos hablando de tecnologías como el Internet de las Cosas, el Big Data, la Realidad aumentada y la virtual, el 3Dprinting, la Simulación, el Cloud Computing, la Robótica avanzada y colaborativa, sistemas de integración vertical y horizontal…
Tecnologías que son causa y efecto de la aparición y aceleración del hibridaje mundo físico-mundo virtual. Un mundo híbrido que configura una nueva realidad hiperconectada que está transformando el modelo productivo y toda su cadena de valor pero también y de forma simultánea, transforma (y recrea) los mercados y los comportamientos de consumo.
Segunda parte: Personas, comportamientos y empleabilidad
Cabe significar que en esta transformación de la oferta y la demanda, la ecuación resultante empodera enormemente al cliente que permanece conectado 24 h/día a herramientas que le permiten tomar el mando de sus necesidades informativas, sociales, lúdicas, formativas, laborales, o de consumo, todo ello en tiempo real. Tenemos ahora el mando para modelar y condicionar la oferta. Y lo hacemos desde nuestra condición de consumidores-productores de valor y desde una nueva mentalidad y cultura social, que está alterando la valoración de la dicotomía uso-propiedad, así como sobre identidad, pertenencia o participación.
Una Sociedad hiperconectada e hiper empoderada, conocedora de las posibilidades potenciales que definen una nueva generación inimaginable hasta ahora de productos y servicios conectados, inteligentes y personalizados, va a demandar nuevos modelos de negocio y nuevos producto-servicios centrados en la satisfacción de la experiencia de usuario.
El cambio es de tal magnitud en el empoderamiento creciente del mercado, que éste va por delante de la oferta que hace todavía la mayoría de la economía productiva.
Ese reajuste de nueva oferta para la nueva demanda, tanto para B2B como B2C, exige nuevos productos-servicios y nuevos modelos de negocio. Pero éstos a su vez exigen nuevos procesos en la organización de la producción, en la llamada business intelligence y en las políticas de seguridad, que sólo posibilitan las tecnologías mencionadas.
Por eso la Industria 4.0 es algo más que un conjunto de nuevas tecnologías que mejoran nuestra productividad. Desconocerlas puede ser un error fatal, pero incorporarlas sin entender el nuevo ecosistema, pretender usarlas con las pautas culturales viejas, puede servir para diseñar un nuevo episodio de los Picapiedra, pero no para dotar de competitividad a nuestras empresas.
Industria 4.0 es, sobre todo, una estrategia de cambio y adaptación. Un proceso que exige una transformación digital integral de las organizaciones como requisito para participar en la economía conectada y, eventualmente, poder prosperar en ella.
Pero tanto la implantación y manejo de estas nuevas tecnologías como la nueva mentalidad que se exige a la dirección e inteligencia del negocio es intensiva en conocimientos y competencias nuevas. Tenemos ingenieros, trabajadores y directivos expertos en lo que era importante ayer, pero no en lo que es importante para los nuevos retos. Las empresas van a necesitar perfiles y competencias nuevas que es difícil encontrar. Y eso va a requerir de iniciativas formativas de las propias empresas, del sistema educativo y también de los poderes públicos. Algunos pioneros, ya lo están abordando en las escuelas.
No podemos ignorar el Impacto en el empleo, en las condiciones laborales, en la empleabilidad y en los salarios. La transformación digital y la Economía conectada tienen el potencial de destruir empleos y de crearlos. El problema es a qué velocidad se destruye, y a qué velocidad se crean. Qué posibilidades de reciclaje laboral tienen las personas que van a salir expulsadas de la actual economía. Y cómo corregimos el desajuste entre las competencias y habilidades que tanto empresas como ciudadanos necesitamos y la realidad actual. El desafío del futuro del trabajo es posiblemente uno de los mayores retos que tenemos como sociedad. Y necesitamos abordarlo, con urgencia, entre todos. Empresas, Administraciones públicas, Sistema educativo, organizaciones políticas, sindicales y ciudadanos.
La cumbre de Davos se ha centrado en ello en su informe The Future of jobs que acaba de publicar. Ha causado un gran revuelo la constatación de que los robots harán desaparecer y transformarán infinidad de empleos, como bien describe Enrique Dans. Lo cierto es que los robots son sólo una parte de esta evolución sin posible marcha atrás.
Quizás las tareas más urgentes en este sentido sean:
● Detección temprana de trabajos y perfiles con riesgo de desaparecer en el futuro inmediato, y diseño y oferta de posibilidades de reciclaje y reconducción de la vida laboral. Hay pistas interesantes en los informes Man and Machine in Industry 4.0 de BCG y en los avances de la Gran coalición para el empleo digital de la UE.
● Identificación de los sectores con más potencial. Roles y competencias para los que ya se detectan demandas, pero escasea la oferta de recorrido formativo. Está en ello el CEDEFOP con el Skillspanorama.
● Promoción de nuevos valores sociales y habilidades digitales que empoderen a los ciudadanos para diseñar su propio recorrido formativo y laboral.
Pero sobre todo, necesitamos invertir la falta de correspondencia entre el alcance y velocidad del cambio tecnológico y la lentitud de los cambios sociopolíticos e institucionales que posibiliten tomar iniciativas ágiles. Iniciativas urgentes a corto por supuesto, pero también iniciativas más estratégicas.
Necesitamos más agilidad para afrontar los cambios, no solo en la llamada Industria 4.0. Podemos verlos como amenaza, o podemos convertirlos en oportunidades. ¿Empezamos?