3 errores en cadena (2)

En el anterior post insistía en que una de las principales prioridades de cualquier organización es comprender su contexto, sus coordenadas y la cartografía sociocultural de su época. Decía que la habitual consideración de que la digitalización es una especie de prolongación de la revolución industrial, constituye  una señal de que no todos comprendemos bien dónde estamos ni  el momento absolutamente singular y excepcional  en el que vivimos. Como se sabe, configurar mal el GPS en el punto de partida es un primer error fatal a la hora de hacer una travesía.

Segundo error: Transformación Digital no es sinónimo de digitalización

A menudo hemos pensado  que los cambios incesantes de los últimos 40 años provocados  por las TIC e Internet, eran cambios incrementales fruto de la incesante innovación de un continuum industrial. Así, ciudadanos, empresas y organizaciones hemos ido  integrando progresivamente en nuestras vidas tecnologías, productos y servicios digitales, viviendo la experiencia del cambio como parte de una escalera de mejora contínua. Y hemos disculpado las molestias provocadas por su enloquecida carrera, como inherentes a la innovadora  época industrial (o postindustrial) en la que vivimos y cuyos códigos culturales dominamos.

Sin embargo los cambios no han hecho más que empezar, y nos encontramos ahora  ante  una apabullante y nueva ola de tecnologías digitales que ponen de manifiesto que no estamos (sólo) ante una migración tecnológica, ni el cambio al que asistimos es incremental. Estamos ante un fenómeno de naturaleza distinta a la industrial, profundamente transformadora, cuyo violento despliegue amenaza con fosilizarnos en vida si no reaccionamos con una respuesta de transformación proporcional al reto. La Transformación digital es esa respuesta ineludible  a la Revolución digital.

Pero Transformación Digital es un binomio en el que el adjetivo digital califica y matiza al sustantivo Transformación. Lo digital es condición “sine qua non”, pero insuficiente. Lo realmente sustantivo, lo estratégico es la Transformación.

Abordar la Transformación Digital como si fuese sinónimo de digitalizar nuestros procesos y actividades es un error que cometen muchas empresas y organizaciones. No estoy quitándole importancia a los planes de digitalización, que considero imprescindibles . Las empresas han invertido e invierten muchos esfuerzos y recursos en sustituir paulatinamente  procesos analógicos por digitales, desde las iniciales TIC hasta las actuales KET habilitadoras, desde la administración a la planta de producción o la atención al cliente, hasta digitalizar toda la cadena de valor.

Pero no nos engañemos, en el escenario que se está configurando ser digital es una condición que se te supone. Todos van a ser digitales, también nuestra competencia. Digitalizarlo todo para hacer lo mismo que  antes nos proporcionará, quizás,  algunas ventajas temporales. Posiblemente ganemos en eficiencia comparativa respecto a quien no lo haya hecho…todavía. Pero en un mundo en el que todos van a ser digitales, ¿cómo nos distinguimos? ¿Qué ofrecemos diferente? ¿Por qué nos van a preferir? ¿Qué nos singulariza?

La búsqueda de esa nueva  identidad como empresa pasa por desengancharse de la mentalidad industrial, comprender el nuevo entorno y cómo va a impactar en nuestro sector, en qué se va a traducir, identificar y entender las tendencias no como moda sino como rumbos irreversibles. Anticiparse e imaginar cómo serán los negocios en ese nuevo mundo para reinventar y reconceptualizar el nuestro. Identificar posibles nuevos nichos de creación de valor, nuevos métodos, técnicas, actividades, productos y servicios. Visualizar los cambios organizativos que eso comportaría, incluido posiblemente nuestro propio concepto de empresa, reinventando el negocio y la organización.  Esto es, desarrollar una visión única de oportunidades de negocio que sólo existen en esa visión, que hoy quizás no tienen mercado o es muy pequeño pero para el que vamos a poner los medios necesarios para convertirla en nuestra oportunidad. Sin seguridad más allá de la confianza en nuestra propia visión y en la capacidad de nuestra gente.  Esto es, una auténtica reflexión estratégica que calcule cómo prosperar en el nuevo entorno, y qué  transformación necesitamos para ello. Insisto, no para subsistir o flotar, sino para prosperar. No para desear ser sino para conseguirlo. ¿Es arriesgado? Sin duda, pero mucho menos que no hacerlo.

Evidentemente, la construcción de esta visión no puede ser fruto de una noche de insomnio. Es una tarea compleja y sobretodo colectiva y compartida. Pero convertir esa visión en el punto de fuga de nuestra estrategia es lo que nos va a proporcionar criterio sólido para abordar una hoja de ruta clara de transformación inteligente, con un propósito de negocio claro y viable en el nuevo entorno, y un plan de digitalización que lo facilite. En corto,  la digitalización al servicio de la transformación. La transformación, inspirada por la visión de futuro de nuestra empresa.

En la práctica, el propio proceso de digitalización puede descubrirnos  posibilidades (habitualmente de  servitización) no previstas, y que implican cambios organizativos serios o estructurales . El liderazgo de esta transformación debe ser lo suficientemente flexible como para digerir y retroalimentar la estrategia. Es como combinar las luces largas (visión estratégica) y cortas (eficiencia operativa) en la carretera, que nos permiten corregir el rumbo en un momento dado.

Las empresas grandes y algunas medianas tienen capacidad y recursos para abordar la Transformación Digital con criterio y muchas ya lo están haciendo correctamente. Pero para una pyme es realmente complicado abordar la Transformación digital, y sin embargo el grueso de nuestro tejido económico son Pymes. La intensa lluvia de inputs “4.0” que les está llegando suele traducirse en significados de “hay que digitalizarse”. Tienen bastantes dificultades primero para abordar, en muchos casos incluso comprender, los riesgos y amenazas, así como las oportunidades que les rodean. Las pymes y las micropymes, para empezar, concentran el rol del CEO, del CIO, del CTO, del CMO y todo el glosario tecnojerárquico-organizativo digital en una o 2 personas todoterreno que apenas pueden levantar las cejas de las tareas y rutinas que les desbordan. Esto les hace presa fácil de vendedores de cacharrería tecnológica, de transformadores express, y de tecnologías “imprescindibles”. Pero eclipsa su comprensión de necesidad de transformación digital  real y los empuja por la pendiente de confundir transformación y digitalización. ¿Quién les entrena o acompaña para desarrollar visión? ¿Quién acelera la comprensión del nuevo mundo y sus oportunidades? ¿Cómo se enfrentan a su propia transformación?

Las Pymes necesitan ayuda para construir visión propia, comprender sus riesgos y oportunidades. Son el magro de nuestro tejido económico y tienen una oportunidad real y extraordinaria en la colaboración. La colaboración estratégica con otras Pymes que no sólo les ayuden a tener escala, sino a combinar sus fortalezas y potencialidades. Para la mayoría de las Pymes transformación digital y colaboración estratégica van a ser casi sinónimos, y en cualquier caso tareas prioritarias.

La próxima semana publicaré la última entrega de esta serie, abordando el tercer y más importante de los errores.

 

 

Autor: Mikel Arbeloa

Abrumado por la aceleración del cambio, preocupado por sus enormes riesgos, pero esperanzado, e ilusionado, por las posibilidades que entraña para la humanización progresiva del más salvaje de los primates.

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